martes, 5 de febrero de 2019

Salida de emergencia

Yo nunca he pisado Roma.
No, al menos, a la manera en que se debe hacer,
siguiendo las normas constitucionales
que dictan las novelas y la buena poesía.
Jamás he sabido qué quiere decir
partirse en dos las bocas,
beberse las ganas de decir «te quiero»
en un vaso de culo ancho,
vender una estrella
a lomos de un coche vacío.
Yo no conozco otro amor
que el del ramo de moras negras
y el de letras de tinta china.
He oído decir, alguna vez,
que Roma es una cárcel de amor para turistas
de la que «nunca vamos a escapar».
Yo nunca he sentido el dolor
de ver perderse entre la muchedumbre
una cara conocida,
tu piel de escalera,
tu piel de ventana,
tu piel de…
Yo no podría afirmar objetivamente
que, a mis ojos, vistas
de un color gris perfecto,
un gris que entone perfectamente con el mío;
ni que quiera saber dónde estás cuando no existes,
en qué piensas si te pregunto,
quién eres si no te miro.
Y, aun así,
con la pálida inocencia de mis días te diré
que yo nunca he pisado Roma
y que tienes más poesía
que un autobús azul
en un día de lluvia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario